Los padres y su sitio privilegiado en el cine

Hoy es el Día del Padre, y por ello homenajearemos a esos papás del cine que tanto nos han aportado y que, además, han dejado un sello para la posteridad. Y es que en el cine se trata mucho el amor, casi siempre el romántico, y es normal, es con el que más empatizamos (y el que más vende), pero es que hay películas donde la figura paterna es tan buena y está tan bien construida, que hace que una persona que no quiera un hijo, sienta algo especial por dentro. Que se plantee incluso la posibilidad de querer tenerlo. A mi por suerte, no me ha llegado aún esa película.

Empezaré por una de dibujos animados, son mi debilidad, y es que no podría no nombrar a Geppetto y su juego de querer ser Dios. Pinocho es una de esas película que disfruta uno siendo niño, y que viéndola 20 años después, se divierte también. Ese pequeño creado a través de las manos de su padre, y que lo único que quiere es ser un niño normal. Busca la felicidad y visita lugares en los que todos querríamos pasar un rato (excepto en las tripas de una ballena).

Lógicamente, su padre, sufridor y carpintero, quiere lo mejor para él, aunque a veces no sepamos si es su papá o su abuelo. Parece mentira que esa película date de 1940. Y es que el tiempo pasaba y lo único que quería Geppetto, era pasarlo con su pequeño rodeado de los relojes de cuco hechos por el mismo.

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La siguiente película es para mi, la más bonita que ha hecho Will Smith. Por supuesto, En busca de la felicidad es un filme que tiene momentos en los que puedes arrancar a llorar. Como un padre lucha por sus sueños (o mejor dicho, por el de su hijo), mostrándole en todo momento que no está tan mal.

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Algo similar a La vida es bella, donde incluso Guido, a sabiendas de que va a morir, le saca una última sonrisa a su hijo Giosuè. Ver como ambos hacen que la vida sea un juego, en un caso más radical que en el otro, hace que queramos ser como esos padres. Un hombre que puede perderlo todo, pero que hará que su hijo al menos, sea feliz. Destacar además como Roberto, el director de La vida es bella, mezcló el drama y la comedia en un sensacional batido que se llevó el Oscar.

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Por supuesto no se podría no recordar a El Padrino, a ese cabeza de familia que quiere dejar un estatus a sus descendientes, no económico (sino que moral), que hace que se junten dos vertientes. La agresividad de la actuación de las mafias, con las bodas y los momentos alegres de Vito Corleone, muriendo sin su precioso traje, en pijama, en su jardín, como una persona más por el mundo.

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Por último, nombraré una de las películas por las que amé el cine. El ladrón de bicicletas, como un simple objeto, al ser robado, puede cambiar la historia de una familia entera. Como un hombre, al que le roban su bicicleta, barata eso sí, pero de valor social incalculable, hará lo imposible por poder llevar el pan a la mesa de su hijo. Una película de Neorrealismo Italiano que te muestra la Italia destruída y rica en hambre.

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Como ven, todas son películas que se pueden ver con un hijo, pero sólo también, como yo, que sin tener a un pequeño por la casa gritando y rompiendo todo, disfruto de estas películas poniéndome en la piel de un padre. De esa persona, que al igual que una madre, daría todo por su hijo, la vida terrenal y la que viene después de morir (si la hubiese). Unos largometrajes donde se pueden definir con una frase de alguien anónimo: “Papá, siempre seré un fotógrafo que recordará tu imagen”. Feliz Día del Padre.

Anass Álvarez